Ready, Set, Go!




Retrato de Set

Todo estaba preparado, se podía comenzar la cuenta regresiva. 10, 9, por fin pondría a prueba sus poderes, 8, 7, solo un poco de impulso con la rampa, 6, 5, el sol está radiante, 4, 3, es un buen día para practicar telequinesis, 2, 1. ¡Tum, tum, tum! El reloj de casa de la abuela anunciaba las 3 de la tarde. Después de regresar de la escuela, Set había caído rendido en una pequeña siesta vespertina.
Todavía tenía el corazón acelerado por la expectativa de hacer volar ese triciclo por los aires. Al menos hoy no había soñado con esas extrañas bolas de carne que siempre lo despertaban entre lágrimas.
Afuera todavía había luz. Ese sueño le había dado un nuevo propósito a la tarde. Sabía que no tenía poderes de telequinesis, no era un niño pequeño, tenía 8 años, ya sabía distinguir la fantasía de la realidad. Pero su espíritu de investigador le pedía que pusiera a prueba las leyes de la física.
En su sueño había un elaborado dispositivo que le daba impulso al triciclo, una rampa mecánica que podía ponerse en diferentes posiciones. En la realidad los recursos eran un poco más limitados. Pero la carencia era un catalizador para explorar otras posibilidades.
En el patio de la abuela había un amplio patio con una resbaladilla de plástico para bebés. Set y sus primos habían usado esa resbaladilla hasta que sus cuerpos ya no pudieron resbalarse por ella. Pero ahí seguía, en el patio, como vestigio de esos viejos tiempos de diversión. Tenía una buena curvatura, quizá lo suficiente para que el triciclo volara por encima de la reja. No había nadie en la calle, no había riesgo de que el triciclo le cayera encima a algún peatón con mala suerte, o sobre el auto de alguna viejecita despreocupada.
Era su deber para con la ciencia. Mamá estaría orgulloso de él por poner a prueba sus hipótesis. No tenía mucho tiempo, tenía que actuar rápido. Además ya había realizado todos los cálculos en su sueño.
El triciclo también era de otros tiempos, pero seguía sirviendo. Solo que ya no era lo suficientemente grande como para que Set se subiera en él como en el sueño. En el sueño Set iba a volar por los aires con el triciclo, iba a remontar sobre los árboles y vería la ciudad desde arriba. Y todo solo con el poder de su mente, que era capaz de sostener su peso y el del triciclo sin mucha dificultad.
Ese sería otro experimento, para después que tuviera más tiempo. Por el momento tendría que conformarse con ver volar al triciclo con su perro de peluche como único tripulante.
Todo estaba listo, el piloto en su posición, Set estaba tras el triciclo para darle el último empujón, y después solo le quedaría suponer el punto de aterrizaje. Tres, dos…¡uno!
“¿Qué fue eso?” preguntó una voz desde adentro de la casa.
“¡Nada!” respondió Set apresurado.
El triciclo no había volado por los aires, y sobre la reja. No había caído a mitad de la calle y había seguido su camino hasta estrellarse contra la casa de enfrente. Seguía en el patio de la casa de la abuela, en medio de los arbustos que delimitaban la casa. Qué anticlimático.
Su perrito de peluche no había llegado a los arbustos, estaba tirado en medio del camino, con las orejas alborotadas. Set lo levantó y le sacudió la tierra. Con unos jalones logró desatorar el triciclo de lo arbustos y volvió a la casa.
Otro día lo volvería a intentar, quizá si ponía algo debajo de la resbaladilla, podría darle más inclinación, sí, debía ser eso. Pero mientras ya casi era hora de la comida, la casa había comenzado a llenarse de un delicioso olor, su estomago rugió un poco por el hambre. Hoy su sandwich tenía la servilleta pegada y se había aplastado dentro de su mochila, así que en el recreo no se le antojó tanto, pero ya habían pasado varias horas. Su abuela le había prometido cocinar chiles en nogada, que no picaran tanto para que pudiera disfrutar el sabor que se quedaría en su memoria hasta la adultez.




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